Queridos en Ámense:
En la mañana del Domingo, cuando ya
parecía que había ganado -de manera aplastante- la manipulación de los jefes
religiosos, la traición de los hermanos, la inhabilidad de los políticos, la
ignorancia de la gente, el engaño de la elocuencia, el veneno de la mentira y
la difamación. Cuando los equivocados dormían, aparentemente tranquilos y
satisfechos de la embriaguez de su "victoria"; al haber logrado
apagar la luz que molestaba, la Palabra que ponía en evidencia sus mentiras;
las acciones de amor que derrumbaban "el orden" establecido, las
costumbres obsoletas, la opresión de la ley, el abuso del poder, la hegemonía
del dinero, la prisión de la hipocresía...
Cuando en el infinito vacío de su vida desorientada, revolvían las
sábanas de remordimiento, los que se dieron cuenta de su ceguera, y cuando aún
dormían los ya endurecidos, sin contacto con su sensibilidad humana, lejos de
toda luz, en la embriaguez de su vacío; cuando ya el mundo se hundía en el sin
sentido y la banalidad... justo entonces, comenzó a brillar una luz tenue que
escapó, desde lo hondo de aquella tumba nueva, que quedó vacía. Luz nueva que
poco a poco se alzó y brilló, se expandió más y más, transmitiéndose de corazón
a corazón. Y devolvió el sentido de la verdadera justicia, primero a los
muertos, que habían sufrido el aparente fracaso de morir por el bien y la
verdad; inmediatamente a los aún vivos, que sufren y lloran esperando la
respuesta de Aquél, por quién lo habían dejado todo. Y a los que despreciaron
la Luz y no la reconocieron, sólo les quedó el desesperado vacío de su
sepulcro.
Gracias a ese Domingo de Resurrección hoy y siempre está asegurado el triunfo.
Podemos decir que definitivamente han quedado colmados nuestros anhelos de
liberación, de Justicia y de Paz. Ya no vamos a quedarnos simplemente en la
espera de "alguien" que nos levante de nuestra tibia esperanza.
Nuestra mirada y nuestra vida han quedado vinculadas definitivamente a Él. Si,
con Él vivimos, caminamos, respiramos, vemos, oímos, compartimos, decidimos,
trabajamos, nos entregamos, amamos; entonces con Él triunfaremos, sí, el
verdadero y definitivo Triunfo. Superaremos el miedo a perder, a sufrir, a
estar débiles, a ser descubiertos, a ser igualados, a los conflictos, a las
condenas, al rechazo, al abandono y, hasta a MORIR; y nos lanzaremos a vivir
desde esa Luz nueva que El ha puesto dentro de nosotros, desde que fuimos
engendrados a la vida, a la maravilla de ser Personas
Humanas, creados a su Imagen.
Con nuestra Luz propia avanzaremos,
superando las barreras de la reacción, de la rivalidades, de las envidias, de
la revancha, de los celos, de la arrogancia...; y dejando vacío el sepulcro en
el cual podemos estar, cuando ponemos nuestra seguridad en el polvo del dinero,
o del poder, o de la fama; con una esperanza miope y llena de miedos profundos,
que pueden dejarnos encerrados en los límites de un mundo que está destinado a
morir y transformarse en el Reinado de Dios, con Jesucristo a la cabeza.
Reinando cada cual desde su dignidad en Él, y junto a nuestra Madre, en una
felicidad sin ocaso.
Claro está entonces que no hay que quedarse con los brazos
cruzados, para esperar que Él nos resucite, ¡de ninguna manera!. ¡Él lo ha
hecho ya! y desde ahí nos llama a los adultos a ser adultos y a los niños a ser
niños. Nos llama a hacernos responsables de todo lo que hemos recibido del
Creador, a encontrar dentro de cada cual
quien soy y quien no soy, para desarrollar el Bien que Él
ha puesto en mí, superando lo que confunde, atemoriza, paraliza e impide la
Realización de Su Misericordia en nosotros. Vivamos la Buena Pascua que nos toca, esforzándonos por comunicar el Amor que
tenemos a nuestra pareja, llevando a nuestros niños la satisfacción de sus
necesidades, y la justicia a la inocencia. Y María, desde su Alegría infinita,
aportará siempre el amor maternal que vamos necesitando en cada hora, aun
siendo mayores y hasta la hora de nuestra muerte.
Abrasos ÁmenSe
Alberto y Sara