¿Quién no se siente hoy movido al celebrar el día de las madres? ¿Acaso alguien no la tiene? ¿Vino a este mundo alguien sin que se diera para él el Sí a la vida a través de una mujer? Indudablemente este es un día que toca la esencia más profunda de nuestro ser, pues está ligado directamente al misterio mismo del origen de nuestras vidas.
El ser madre es todo un privilegio que se manifiesta ya desde el momento en que una vida nueva es concebida en un vientre preparado de manera perfecta para acogerla y hacerla crecer. Se da luego, la sorpresa de ser conocido el embarazo, la delicia de llevarlo en las propias entrañas, sentirlo crecer, la permanencia de esa nueva vida dentro de la madre durante todo el tiempo que sea necesario, el doloroso, y a la vez gozoso, momento del parto; donde la vida de la madre se une irremediablemente a la del hijo ó hija, dándose un intercambio de lucha por la vida totalmente único; hasta la espléndida verdad de darlo a la luz de la vida, alimentándolo/a, brindándole la acogida a este mundo.
Ámense alienta a darnos cuenta de que en realidad no existen hijos no deseados; de hecho pueden existir condicionamientos sociales, bloqueos personales que hacen que una madre o una pareja, o una familia no se sientan listos y no acepten recibir debidamente a un bebé; sin embargo esta realidad natural se impone, está dada y es en sí misma una Verdad, sumamente Bella, y requiere una respuesta, en primer lugar de la mujer-madre, luego del hombre-padre, luego de los que se vayan enterando: los abuelos, los tíos, los primos, los doctores, los hermanitos (si los hay), los amigos... y así la sociedad, el mundo entero -aunque no se entere- queda vinculado a la fiesta discreta de esa nueva existencia que depende totalmente de una mujer: su madre. Es así que en cada momento del ser y realizarse como madre, la humanidad entera depende del sí de ella, como respuesta a ese Sí inicial que el Padre de la Vida dio a un nuevo hijo suyo.
Ámense da a la maternidad un valor sagrado y central, ya que ha sido la madre, la persona escogida, a quien EL confió el darle este admirable regalo y esta inalienable responsabilidad. Es por eso que ante toda madre, que engendra un hijo, toda persona adulta debe inclinarse con un sí de apoyo, que se vaya propagando y no pueda ser frenado por ningún obstáculo, por difícil o grande que este sea. Una familia, un pueblo, y una sociedad que apoye el Sí de la Vida en la madre, habría encontrado la verdadera clave para la armonía, la Paz y el verdadero desarrollo. Este es el legado que nos viene directo de María Santísima, por cuyo Sí se salvó el mundo.
La maternidad, así mismo es un legado que Ella (María) ofrece en especial a toda mujer, sea madre o no lo sea, pues este sentir se experimenta ante cualquier niño o niña: su rostro angelical e inocente debe despertar en toda mujer una ternura incomparable. Estas experiencias se encuentran ligadas a la historia de vida de cada mujer, a la manera de haberle sido trasmitida la maternidad desde su propia madre, es por ello que este día se celebra el día de las madres y también celebramos a las abuelas, las bisabuelas y las tatarabuelas, pues es un legado que pasa de una madre a otra.
Demos gracias al Padre los que tenemos vivas a nuestras madres y abuelas, recordemos con amor y admiración a las que ya partieron al Padre. ¡Alegrémonos todos! ¡hombres y mujeres! porque siempre tenemos motivos de responder a la vida con maternal entrega, desde dentro de nosotros mismos, con una obra buena, dada a luz con el sacrificio propio. Todo esto sería también honrar, en nosotros, a la madre.
Aprovechemos este día especial, para mostrarles un poco más que otros días, nuestro amor, específicamente a ellas.
Abrazos
Sara y Alberto
C. de Hialeah, Florida
Domingo, 12 de Mayo de 2013
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